
Hoy quiero encontrarte y sostenerte en mi memoria, porque tengo
hambre de tu recuerdo. Y , como un famélico se lanza a la comida
saboreándola con fruición, yo deseo disfrutar , una vez más en mi memoria
tu compañía en aquel banco desvencijado y roto donde pecnotabas todas las
noches cuando el frío no desgarraba tu macerado y enjuto cuerpo.
Ahora los cartones y ropa desechada que encontraste en los contenedores de
basura hacen el papel de una madre.. una madre que no da calor, ni arropa,
ni da amor y vida.
Y asi le recuerdo hoy, señor Vicente, porque ese era su nombre; viejo con la
mirada ausente y vacia, con el licor rebosando sus lágrimas.
Recuerdo que siempre le hallaba ahi, a veces sentado, otras postrado como
si formara parte de la madera; porque así se convertía su rostro curtido por
muchos soles.
Le conozco humilde, retraido; dándo vida con ese gesto a la indiferencia de
cuantos pasaban por su lado, eso sí.. no muy cerca, no fuera contagiarse con
sus harapos, su mugrienta barba blanca ¿ blanca ?, y su sombrero raído.
O tal vez temiesen que de alguna manera, usted, señor Vicente, con su
miserias a cuestas, pudiera abrir la conciencia de los reposados, a los de bien
vivir. Y puediera ser que temieran que por alguna clase de sortilegio,
escapase de usted la sombra de su desdicha y les diera de pleno en sus
corazones.. como un mal de ojo, arrebatándoles de un cuajo su " inmaculado
" universo creado.
Y evoco con ironia a los que le miraban ofendido por estar alli sentado;
donde seguramente desearían descansar, donde poder posar sus posaderas
mientras esperan al autobús.
Pero la aversión hacia usted y lo que respresenta, señor Vicente, puede más
que el cansancio.
Ellos ignoran que ese banco le pertenece; que es todo para usted: su casa, su
cama, junto a los cartones que le servían para abrigarse... su lugar de
reposo.
Nosotros tenemos nuestro hogar y nuestra familia. Un lugar donde poder
descansara lo largo de la jornada y donde, sin pedirlo ni mendigarlo siquiera,
nos brindan calor humano, amor y sonrisas.
¿ Y qué tenia usted, señor Vicente ? ... una hostilidad que se empeñaba
encarnecidamente en marchitarlo del todo, como las flores sin sol, ni agua,
ni tierra donde plantar sus raices.
Usted me miró, señor Vicente, abriendo aquellos hinchados párpados que
escondían una mirada de agua, tranquila, dulce, humilde; de aquellos que ya
nada esperan de la vida y no guardan rencor.
No recuerdo si llegó a sonreirme o lo imagino ahora, pues su espesa barba
cubría y escondía cualquier gesto.
Tampoco sé muy bien el porqué me acerqué a usted, me senté a su lado y le
hablé. Sí.. no sé cómo se inició el diálogo, al principio parco en preguntas,
observaciones y respuestas.
De lo que sí me acuerdo es en cómo le brillaron los ojos, en aquella mirada
cansina, brotó un chispazo de luz. Y el asombro de su rostro cuando le
pregunté su nombre. Le extendí la mano.. y con cierta reticencia de alma
herida.. me ófreció la suya.
Un vínculo de amistad nos unió, o tan sólo la presencia de una persona que
conversa con otra sin cadenas, ni ataduras, sin desdenes ni temores.
Habíamos quebrado ese hermetismo sucio, pero tristemente en boga, con
que se les encierra a los vagabundos. Desahuciados por una sociedad
cuajada de personas individualistas, que se desahucian a sí mismas al no ser
humanitarias.
Cuando por fin se rompió del todo la desconfianza; lo que yo representaba
para usted, los realmente " intocables "... , una túrbia fuente de recuerdos y
añoranzas se derramaron por sus labios, hablándome con ansia, con
verdadera pasión.
Y me contó su encuentro con Doña Concha Piquer, lo buena persona que
fue con usted. Su infancia cubierta de sombras y lagunas; sus gloriosos dias
y.. su familia.
Más acuciaba el hambre de darse a conocer, de aliviar su alma solitaria de
aquellos recuerdos y sentimientos que el de aplacar el vacio de su estómago.
! Cómo me reía yo de sus andanzas !! Cómo se reía, usted, cuando me las
contaba !.
... Y ! cómo nos reíamos los dos de aquellas aviesas miradas que intentaban
comprender, aunque sólo por curiosidad, a esa extraña pareja !.
Me pregunto ahora, ¿ dónde fue su última noche, señor Vicente? ¿ Qué ha
sido de mi hasta entonces ?...
Tal vez no importe tanto como el hecho de que una sencilla mirada,
tuviera la magia y la fuerza de convertirnos a los dos... en amigos.