domingo, 16 de agosto de 2009

.... TENGO FRIO .




Hoy quiero encontrarte y sostenerte en mi memoria, porque tengo

hambre de tu recuerdo. Y , como un famélico se lanza a la comida

saboreándola con fruición, yo deseo disfrutar , una vez más en mi memoria

tu compañía en aquel banco desvencijado y roto donde pecnotabas todas las

noches cuando el frío no desgarraba tu macerado y enjuto cuerpo.

Ahora los cartones y ropa desechada que encontraste en los contenedores de

basura hacen el papel de una madre.. una madre que no da calor, ni arropa,

ni da amor y vida.



Y asi le recuerdo hoy, señor Vicente, porque ese era su nombre; viejo con la

mirada ausente y vacia, con el licor rebosando sus lágrimas.


Recuerdo que siempre le hallaba ahi, a veces sentado, otras postrado como

si formara parte de la madera; porque así se convertía su rostro curtido por

muchos soles.



Le conozco humilde, retraido; dándo vida con ese gesto a la indiferencia de

cuantos pasaban por su lado, eso sí.. no muy cerca, no fuera contagiarse con

sus harapos, su mugrienta barba blanca ¿ blanca ?, y su sombrero raído.

O tal vez temiesen que de alguna manera, usted, señor Vicente, con su

miserias a cuestas, pudiera abrir la conciencia de los reposados, a los de bien

vivir. Y puediera ser que temieran que por alguna clase de sortilegio,

escapase de usted la sombra de su desdicha y les diera de pleno en sus

corazones.. como un mal de ojo, arrebatándoles de un cuajo su " inmaculado

" universo creado.



Y evoco con ironia a los que le miraban ofendido por estar alli sentado;

donde seguramente desearían descansar, donde poder posar sus posaderas

mientras esperan al autobús.


Pero la aversión hacia usted y lo que respresenta, señor Vicente, puede más

que el cansancio.


Ellos ignoran que ese banco le pertenece; que es todo para usted: su casa, su

cama, junto a los cartones que le servían para abrigarse... su lugar de

reposo.



Nosotros tenemos nuestro hogar y nuestra familia. Un lugar donde poder

descansara lo largo de la jornada y donde, sin pedirlo ni mendigarlo siquiera,

nos brindan calor humano, amor y sonrisas.


¿ Y qué tenia usted, señor Vicente ? ... una hostilidad que se empeñaba

encarnecidamente en marchitarlo del todo, como las flores sin sol, ni agua,

ni tierra donde plantar sus raices.



Usted me miró, señor Vicente, abriendo aquellos hinchados párpados que

escondían una mirada de agua, tranquila, dulce, humilde; de aquellos que ya

nada esperan de la vida y no guardan rencor.


No recuerdo si llegó a sonreirme o lo imagino ahora, pues su espesa barba

cubría y escondía cualquier gesto.


Tampoco sé muy bien el porqué me acerqué a usted, me senté a su lado y le

hablé. Sí.. no sé cómo se inició el diálogo, al principio parco en preguntas,

observaciones y respuestas.


De lo que sí me acuerdo es en cómo le brillaron los ojos, en aquella mirada

cansina, brotó un chispazo de luz. Y el asombro de su rostro cuando le

pregunté su nombre. Le extendí la mano.. y con cierta reticencia de alma

herida.. me ófreció la suya.


Un vínculo de amistad nos unió, o tan sólo la presencia de una persona que

conversa con otra sin cadenas, ni ataduras, sin desdenes ni temores.


Habíamos quebrado ese hermetismo sucio, pero tristemente en boga, con

que se les encierra a los vagabundos. Desahuciados por una sociedad

cuajada de personas individualistas, que se desahucian a sí mismas al no ser

humanitarias.


Cuando por fin se rompió del todo la desconfianza; lo que yo representaba

para usted, los realmente " intocables "... , una túrbia fuente de recuerdos y

añoranzas se derramaron por sus labios, hablándome con ansia, con

verdadera pasión.



Y me contó su encuentro con Doña Concha Piquer, lo buena persona que

fue con usted. Su infancia cubierta de sombras y lagunas; sus gloriosos dias

y.. su familia.



Más acuciaba el hambre de darse a conocer, de aliviar su alma solitaria de

aquellos recuerdos y sentimientos que el de aplacar el vacio de su estómago.


! Cómo me reía yo de sus andanzas !! Cómo se reía, usted, cuando me las

contaba !.


... Y ! cómo nos reíamos los dos de aquellas aviesas miradas que intentaban

comprender, aunque sólo por curiosidad, a esa extraña pareja !.


Me pregunto ahora, ¿ dónde fue su última noche, señor Vicente? ¿ Qué ha

sido de mi hasta entonces ?...


Tal vez no importe tanto como el hecho de que una sencilla mirada,

tuviera la magia y la fuerza de convertirnos a los dos... en amigos.

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